Una de mis últimas lecturas ha sido una de las primeras obras de Suehiro Maruo.
"El monstruo de color rosa" es un compendio de las primeras historias que publicó. Entre ellas podemos encontar un preludio a lo que más tarde sería una de sus obras más conocidas:
"Midori, la niña de las camelias".Se trata de un compendio de trece historias cortas, cada una con sus peculiaridades, que fueron publicadas entre los años 1980 y 1982 en diversas revistas japonesas de manga para adultos.
Estas historias son:
- El regreso del Dr. Caligari- La princesa caballero- Las costumbres del criado- La niña de las camelias- La historia de nuestros globos oculares- Yo soy tu retrete- El joven Z- Belleza natural- Kawayanosuke el virgen- Sangre y rosas- El juego más doloroso- Su pudre la noche- Se pudre la noche *El autor bebe de muchas fuentes de inspiración, como puede ser la película de principios del siglo XX “El gabinete del doctor Caligari” (1919). En su versión de ésta el argumento es sencillo, con un “despierta, viola y luego ¡¡mata!!” el Dr. Caligari encarga a su discípulo que se traiga a una jovencita para abusar de ella. “La princesa caballero” es un guiño claro hacia Tezuka, donde la única similitud con la obra del otro mangaka es el nombre. Hay historias de hermanos y amantes que tienen un concepto de la vida “algo extraño”, un niño que es abandonado en una fosa séptica y sobrevive convirtiéndose en amante de la porquería y la suciedad. Como se puede ver los temas tratados son de temática muy amplia y dispar, pero con un denominador común: la mente de Suehiro.

Esta historia que abré el tomo y las continuas ilustraciones de Bela Lugosi, El Golem o Nosferatu que podemos encontrar en otras obras suyas son una muestra de su predilección y afición por el cine de terror clásico y expresionista.
Las obras de Suehiro Maruo se han llegado a considerar verdaderos catálogos de perversiones. Su carácter preciosista y la inquietante atmósfera surrealista que las envuelve convierten las aberraciones que ilustra en auténticos poemas visuales, no exentos de una masiva carga de morbo. Su imaginación enfermiza, sobre todo en lo tocante al sexo ilustrado, le ha granjeado el apodo de Sade del manga. Pero, ante todo, se le considera un clásico del cómic de vanguardia japonés. En "Midori, la chica de las camelias", "La sonrisa del vampiro" o "Lunatic Lovers" hay escenas que parecen sacadas de un (mal) sueño, obsesiones insanas, crueldad y mucha, mucha belleza.